Políticos en elecciones

Hasta nueve formaciones políticas medirán sus dotes de convicción en la ciudadanía ubetense para recaudar votos en las próximas elecciones municipales. Se ultiman programas electorales, se cierran listas de candidatos, se hacen presentaciones y el ambiente queda envuelto con el tufillo de la precampaña electoral. Difícil se lo ponen al elector, que debe decantarse por alguno de los programas que se ofertan, y ya me cuidaría yo de aconsejar a nadie qué partido votar. Haberlos “haylos” para todos los gustos; algunos, incluso, con un abultado currículum de realizaciones a sus espaldas, que no es adecuado exponer en este momento. Prefiero, en aras de la brevedad, destacar los rasgos menos favorables que les caracterizan. No me gusta el socialismo de derechas, porque, para ese viaje, ya tenemos a la derecha auténtica. Tampoco me gusta el socialismo de los que se dicen de la “verdadera izquierda”, porque no me gustan las empresas públicas, ni las estatales, ni las municipales, ni las municipalizadas, ni todas aquellas a las que puedan llegar los largos tentáculos de la Administración en cualquiera de sus niveles. No me gusta la autoproclamada “izquierda católica”, que sigue prometiendo el salario mínimo interprofesional para el alcalde y concejales. Si esa es la proyección salarial en el horizonte político, la igualdad en la pobreza, me gustaría saber con qué motivación se va a trabajar en el Ayuntamiento. La solución no es repartir miseria, sino crear riqueza, algo que sería interesante aprender. No me gustan los nacionalistas, desde que oí a una de sus dirigentes, en un mitin en la plaza de Santa María, decir que a ellos no les gustaba la bandera de España. Mire por donde, a mí, la que no me gusta es la de Andalucía, porque todo el fervor patriótico que me mueven las banderas está en la viveza de sus colores, y la de Andalucía los tiene bastante apagados; una pena con el sol y la pasión que nos quema. Pero para hablar de pasión, la que nos levanta el eslogan: “Pasión por Úbeda”. Yo añadiría “Patrimonio de la Humanidad, Ciudad de Semana Santa y Viva la Virgen de Guadalupe”, y así todos tan contentos. Mire usted, ya tuvimos una Pasionaria que terminó desfogando sus ardorosos devaneos políticos en el exilio de la gélida estepa de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La pasión no es buena consejera, ni siquiera en política donde al parecer se admite todo. La pasión nos zarandea, nos saca de quicio, nos lleva de un extremo a otro y al final termina conduciéndonos a la cruz o a la cama.

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