El Salvador de Úbeda (dos euros de solidaridad humana)

                  El Salvador
(dos euros de solidaridad humana)

Varios son los monumentos dignos de destacar en la llamada Capital de la Loma, universalmente conocida también como Ciudad de los Cerros. Uno de ellos es sin duda el Hospital de Santiago, hoy convertido en centro multicultural y palacio de exposiciones, donde tienen lugar toda clase de acontecimientos culturales, desde conciertos internacionales de música y danza, hasta exposiciones pictóricas y fotográficas, pasando por todo tipo de conferencias, charlas y coloquios, sin olvidar una gran variedad de muestras comerciales. En definitiva, un foro y un escenario público altamente codiciado por organizadores de cualquier evento.
Pero la proyección de Úbeda hacia el exterior no se limita a la que ofrece el Hospital de Santiago. La verdadera meca del Renacimiento ubetense, andaluz y español, es la Plaza de Vázquez de Molina, de singular belleza y de la que se puede afirmar sin temor a error que no existe parangón en el mundo entero. Difícil empeño sería hacer, en el pequeño espacio de este artículo, una descripción, siquiera someramente, de cada uno de los monumentos que adornan a este excepcional enclave, también conocido como Plaza de Santa María. Por eso quiero centrar la atención en la más genuina y esplendorosa pieza arquitectónica de este sin par conjunto: la Sacra Capilla de El Salvador. Mandada construir en 1536 por su fundador, D. Francisco de los Cobos, influyente ubetense en el reinado del emperador Carlos I, con quien fue Secretario de Estado. Fallecido el fundador, fue inhumado en la cripta de la Capilla, donde aún permanecen sus restos. Actualmente forma parte de la Fundación de la Casa Ducal de Medinaceli, que administra D. Ignacio de Medina y Fernández de Córdoba, duque de Segorbe.
El Salvador es el monumento más representativo, majestuoso y emblemático de la ciudad de Úbeda. Su imagen tiene proyección mundial desde hace siglos y es utilizada en todos los spot publicitarios más impactantes relacionados con el turismo, el arte o la historia. La difusión del monumento se ha incrementado considerablemente en los últimos años, a raíz de la declaración, en el año 2003, de Úbeda y Baeza como ciudades Patrimonio de la Humanidad. El incesante flujo turístico a la ciudad tiene una cita “obligada” en esta monumental Capilla que, aunque privada, forma parte del patrimonio sentimental de todos los ubetenses y de quienes la visitan. Un sentimiento que se traduce en una justa admiración y especial cuidado con el monumento; un sentimiento que no siempre es correspondido, en justa reciprocidad, a quienes profesan tal admiración. Y quiero referirme a un lamentable suceso del que fueron protagonistas un grupo de cincuenta y cuatro estudiantes de 4º de ESO y tres profesores, del IES “Guadalentín” de Pozo Alcón, en el que se encontraba mi hija Celia.

El hecho se desarrolló ante las puertas del monumento el pasado día veinte de enero, cuando el grupo estaba atendiendo las explicaciones del profesor de Historia ante la fachada principal. Momentos en los que se desata una fuerte tormenta de granizos. La situación de emergencia apremia y, a toda prisa, se dirigen al único lugar posible de obtener ayuda: a la puerta Sur, única abierta. Allí se les exige “dos euros” para pasar al interior, a pesar de que los profesores solicitan, por favor, que lo único que quieren es poder refugiarse todos por unos momentos. Pero nada, la postura es inflexible: “dos euros”. Ni por caridad, ni por humanidad, hubo misericordia. Los responsables del control tuvieron toda la “conciencia” del mundo de presenciar, sin inmutarse, cómo unos menores eran sacudidos por una fuerte tormenta de granizos de grandes proporciones. Conciencia que nos hace distintos a los animales y que cada ser humano lleva impreso al nacer en su código de conducta, ya sea el Duque de Segorbe o la mujer que vende las entradas. Pero no había vuelta de hoja: dos euros. “Dos euros de ayuda humanitaria”, pedidos en la misma puerta de la iglesia más grandiosa de la ciudad de “Úbeda Patrimonio de la Humanidad” ¿Qué Humanidad? ¡Qué humanidad!
“Dos euros de solidaridad humana” Un mercadeo pordiosero y ramplón que presta ayuda a dos euros por cabeza. Un mercantilismo repugnante y pobretón en la puerta de El Salvador de Úbeda. Del Salvador del Mundo que en su día nos prescribió amar al prójimo como a nosotros mismos

Manuel Almagro Chinchilla.

¿Existe Dios?

En una campaña llevada a cabo por la Asociación de Ateos y Librepensadores, se ha colocado carteles en autobuses de Barcelona con el texto: “Probablemente Dios no exista, deja de preocuparte y vive la vida”. Este hecho ha levantado cierta polémica en distintos sectores de nuestra sociedad sobre lo acertado o desacertado de la misma, incluso se hacen defensas bastantes vehementes de cada uno de los criterios.
En realidad, creo que los creyentes tenemos muy poco que decir, puesto que se trata de un acto pacífico y respetuoso, fruto de la libertad de expresión y manifestación de la que el Creador ha dotado a todos los seres humanos. No obstante, y con el mismo respeto, quiero hacer dos precisiones, una vez analizado el texto del anuncio. Uno de ellos es el grado de ignorancia, lógico, que los autores tienen sobre la vida de los creyentes, cuando dan por seguro que “no vivimos la vida porque estamos preocupados por la existencia de Dios”. Nada más lejos de la realidad, puesto que una vida en plenitud, de cuerpo y alma, sólo es posible con Dios en nosotros. Pero ésta es una experiencia personal e intransferible que sólo se vive con la fe. El otro apunte, ante la ausencia de más substancia de esta campaña, es la pregunta de cómo el gobierno Tripartito catalán, fiel defensor y benefactor del idioma de Cataluña, no ha obligado a editar los carteles en catalán, como obliga en los establecimientos públicos.
Aunque la pregunta que en el fondo ha calado en la gente, en esta campaña de los ateos, ha sido: ¿Existe Dios? Es la gran pregunta que el hombre se ha hecho siempre. Voltaire hacía una aproximación a la respuesta con su famosa sentencia: “Si Dios no existiera, tendríamos que inventarlo”. Debatir sobre la existencia o la inexistencia de Dios es un tema muy intrigante. Partamos de la base de que no tenemos conocimientos científicos que demuestren su existencia. Siempre decimos que a Dios nadie lo ha visto y que es una cuestión de fe. La definición de fe ya la conocemos: creer en algo que no se ve. A este respecto también resulta muy ilustrativo el famoso dicho de León Tolstoy: “Dios existe, pero no tiene ninguna prisa en hacerlo saber”. A Dios no lo vemos, pero conocemos sus efectos: ¿Por qué el hombre es el único ser vivo con capacidad de raciocinio, capaz de discernir entre el bien y el mal?. ¿Quién le imprimió ese código de conducta? ¿Quién lo hizo diferente al resto de los animales y por qué?. Estos atributos son manifestaciones de un Dios creador, de la misma esencia que Él, a cuya imagen estamos hechos. Alivia pensar en otro gran escritor, Graham Greene, con su reflexión: “No podría creer en ningún Dios al cual comprendiera”.
Hay quien afirma que es el hombre quien ha creado o “inventado” a Dios a imagen y semejanza suya. También esta afirmación nos conduce a Dios, porque ¿cuál es la imagen del hombre? ¿cómo se materializa? ¿qué forma tiene? ¿cuánto mide? ¿cuál es su modelo?.
Quien tiene fe admite la existencia de Dios; la vive, y en la profundidad de su alma siente su presencia. Nota su existencia real y palpable, de tal manera que en su interior puede establecer un diálogo y puede llegar a tener una relación íntima duradera y creciente. Se dice que la fe es una gracia que la otorga el Espíritu Santo; o sea, Dios. Pero Dios la da a todo el mundo que la pide y quiere tenerla. A todo el que muestra una actitud receptiva, voluntaria de admitirla y de aceptarla con plena libertad. La fe, Dios como todopoderoso y creador, podía imponerla; pero sería entonces un acto de imposición, de privación de libertad con la que todo ser humano ha sido dotado. Seríamos entonces como borregos que van conducidos; o “programados”, como se dice ahora. Hemos sido creados con total y absoluta libertad, hasta con capacidad de enfrentarnos al mismo Creador y renegar de Él. Sin esa libertad, nuestros actos estarían condicionados por la imposición y no tendrían mérito ni valor. La fe, como todo en la vida del hombre, para buscarla y mantenerla, requiere de un esfuerzo. Este esfuerzo nos hace crecer en ella, en la vida y en la gracia de Dios. Sin esfuerzo y sin trabajo la fe no crece, incluso puede llegar a perderse.
Sucede igual que en la vida material del hombre, sin trabajo y sin esfuerzo no hay progreso, no hay desarrollo económico, no hay dinero y puede ponerse en juego hasta la propia subsistencia.

Manuel Almagro Chinchilla

Cesped, piedras y pedruscos

Tiene enjundia, o como diría otro: “manda lerenles”, ponerse a colocar piedras en el césped del campo de deportes de San Miguel. Hasta ahora se sabía que las “primeras” piedras se ponían al comenzar las obras de grandes construcciones: edificios, palacios…; pero en el césped de un campo de fútbol, eso no solo chirría al oído sino que hace tropezar al más pintado aunque tenga el sentido común más duro que el pedernal. Los políticos por tal de salir en la foto son capaces de poner una piedra en Flandes y hasta un guijarro en la Luna, cosas más increíbles se han visto. Y como eso de poner pedruscos hasta con la gorra es sinónimo de progreso, pues ¡hala! ahí vamos con uno de ellos al césped. Todo hace pensar que habrá una segunda, una tercera y muchas más piedras. Mal vamos a empezar los partidos con tantos pedruscos debajo, con lo bien que se hubiera quedado el haber puesto el “primer” palmo de yerba, unos esquejes de geranio en las líneas de fuera y unas margaritas en el centro; y haciendo un esfuerzo extrapresupuestario, a pesar de la crisis, unos magnolios detrás de las porterías. Total, para gastarse los dineros en un campo de fútbol en el que no se van a poder jugar partidos reglamentarios de tercera, ya es tener ganas de hacerse la foto.

Manuel Almagro Chinchilla

Navidades hasta san Antón

Así lo afirma el dicho popular: “hasta san Antón Pascuas son”. Las hogueras de esta noche desvanecerán los últimos destellos de la Navidad ubetense, cada barrio porfiará en ofrecer calor y alborozo en su particular fogata nocturna; incluso el Ayuntamiento, fiel participante a la tradicional convocatoria, templará el ambiente en la hoguera del paseo Mercao. Una buena rosca de buñuelos con chocolate ensalzará este colorido festero, aunque no faltarán quienes se decanten por opciones culinarias de las que se pegan al riñón: chorizo, morcilla y otras “delicatessen” de la no menos tradicional matanza, pasadas por unas brasas que además de dar temperatura al cuerpo alivian el ánimo entre pausados tientos a la bota de buen tintorro.

Pero lo que no determina el viejo adagio popular es la fecha de inicio de la Navidad, que los ubetenses empezamos a vivirla desde primeros de diciembre, cuando en el ambiente flota el ánimo de la inminente recogida de la aceituna, la que despierta unas precarias perspectivas laborales que este año ha concentrado a cientos de inmigrantes, desbordando las posibilidades de ayuda humanitaria de Cáritas y Cruz Roja, en albergue y atendiendo a más de setecientas comidas diarias. Nada justifica que hayan estado (y estén) durmiendo en la calle gran parte de estas personas, cuyas únicas pretensiones son trabajar en lo que nadie quiere y aportar sus cuotas a la Seguridad Social para que podamos seguir cobrando las pensiones. Mientras, en nuestro “mundo cristiano”, preparamos el nacimiento del Mesías, de un Dios que nos advierte sobre la necesidad de amar al prójimo como a nosotros mismos.

Pero no importa, estamos en Navidad, el comercio despliega sus reclamos publicitarios, las calles se adornan con alumbrado extra de bajo consumo (economía y ecología obligada), la Plaza Vieja es un continuo bullir de gente menuda a disfrutar de la acertada instalación de atracciones infantiles donde no falta el abeto natural. Y este año una novedad: palmeras; palmeras de plástico y luminiscentes que no han podido cumplir su ciclo festivo porque fueron retiradas para acallar las numerosas voces discrepantes, aunque sin razón ya que las palmeras son más propias del lugar del Nacimiento de Jesús que el consabido abeto de origen escandinavo, un extraño en estas latitudes como la figura de ese señor vestido de esquimal, sonrosado regordete y barrigudo llamado Papá Noel, de procedencia finlandesa y a quien últimamente le vemos en una insólita y acrobática faceta de ir trepando por los balcones. Costumbres y modelos de fuera que vamos incorporando a nuestra cultura y acaban consolidándose como tradición, mientras asistimos a la desaparición de lo nuestro, como es el caso del letrero luminoso que hasta hace escasos años lucía la Torre del Reloj para felicitar el año entrante a los ubetenses congregados en la plaza para comerse las doce uvas: “FELIZ AÑO 2009”, una felicitación que nos ha faltado, como viene faltando la de cada año desde que se hizo la remodelación de nuestra entrañable Plaza Vieja, quizá víctima de los dichosos “efectos colaterales” de aquellas obras que nunca debieron realizarse, que también estuvieron a punto de dejarnos sin el general Saro. Una buena petición a las Reyes Magos sería su recuperación para el año que viene, o mejor encargárselo a Papá Noel que suele adelantarse en las entregas.
Y hablando de Reyes, felicitar a los responsables de la cabalgata de este año por la buena organización, ornamentación de carrozas, elevado numero de personajes al servicio de sus Majestades y cuatro mil kilos de caramelos repartidos. Pero como todo es mejorable, nos gustaría ver a los Reyes Magos en su verdadero esplendor de majestad, aposentados en sus tronos, mirando al público, repartiendo también otros “cuatro mil kilos” de sonrisas, saludos y afectos, sobre todo a los niños, que se quedaron con las ganas de verles las caras y de saber dónde iban los Reyes Magos, ya que llevaban sus testas coronadas metidas en una antiestética y poco decorosa caja de cartón de los caramelos, afanados en un intenso trajín de sacar meter y tirar golosinas, que sólo les faltaban los chalecos reflectantes para parecerse a los trabajadores de la limpieza.

Manuel Almagro Chinchilla

Hola, Diego

No puedo olvidar el encuentro que hemos tenido esta mañana y me he decidido a dejar plasmado en este escrito algunas reflexiones sobre las pocas palabras que intercambiamos. Pocas, no por nada, simplemente porque nos vemos con relativa frecuencia y realmente tampoco había mucho que decir. Pero tenía yo como una especie de espinilla clavada dentro, o quizá la tengo todavía. El motivo es que más de una vez, desde que nos vemos las últimas veces, digamos que desde hace casi dos años, noto cierta tirantez en tu trato hacia mí. Sé por lo que es: hace algunos meses me hiciste algo más que una insinuación de los motivos, aunque en aquella ocasión no nos paramos mucho a hablar sí adiviné verte un tanto enojado y capté tu estado de tensión.: Se trata de tu enfado por mis artículos en el periódico en los que crítico con dureza la política que viene haciendo en Úbeda el partido socialista, tu partido.
Esta mañana he querido entretenerme contigo provocando una fugaz conversación con el fin de determinar en qué situación te encontrabas con respecto a mí. A mí me dio mucha alegría al verte y coincidir contigo en la Plaza Vieja a la altura de Tejidos Berlanga. Noté que a ti te pasaba igual y así nos lo hicimos saber recíprocamente con un buen estrechón de manos. Bueno, pues te repito: me ha dado mucha alegría porque se me han borrado las sospechas de que tú pudieras tener algo en contra de mí.

Sabes, como yo, que nuestra relación no fue la de unos grandes amigos, tampoco la de unos simples conocidos, ya que se cernió en torno al trato que tuvimos durante algún curso, creo que dos, en la Escuela de Maestría. Eran aquellos años en los que la dictadura estaba en todo su apogeo, alrededor de los últimos de la década de los 50 y cuando la OJE o el Frente de Juventudes organizaba aquellas competiciones de atletismo. Recordarás que éramos los mejores atletas. Yo gané la copa del año 60; y tú, no estoy seguro, la del 59. Siempre pensé que aquella copa te la dieron para “congraciarse” contigo, o para “captarte” y que formaras parte de Falange. Entonces me enteré que tu padre no era aquello que se decía “ser adicto al régimen” porque era socialista y cada vez que Franco venía a Úbeda, de visita o pasaba por aquí para cazar en la sierra de Cazorla, lo metían en la cárcel. Debieron ser unos años muy duros para ti y para tu familia. Recuerdo a tu hermano Jeromín, que en Gloria esté, que acusaba en la cara la situación que estabais viviendo.
Después yo ya me fui de Úbeda y no he vuelto de una manera estable hasta hace tres años. No obstante seguí todo el drama laboral que vivisteis en Fuentes Cardona. A pesar de la ausencia siempre nos hemos tratado con todo el afecto del mundo. Últimamente también me enteré, porque me lo dijiste, que te habías separado. Otro gran problema a tu edad, que también es la mía y también estoy separado además por dos veces. Te digo que es un problema porque a todos los separados que conozco, amigos y familiares, viven un auténtico drama; no yo, que para mí ha sido una liberación, sobre todo la primera vez. Por eso, cuando te he visto alguna vez de esa manera tan rápida, he querido adivinar en tu expresión un rictus de preocupación y tristeza; y, francamente, lo he sentido en mi interior.

Esas son las razones que me han motivado a salir al encuentro tuyo y hablar un poco más despacio. Ya sabes el resultado: no tenemos nada de enemigos, a pesar de decir de mis artículos que son escopetas de 18 cañones. En política no estaremos muy de acuerdo, pero nuestra amistad y nuestras relaciones están por encima de ella. Así lo hemos sellado con un gran apretón de manos.

Un abrazo, Diego 13/01/09

MACH 13/01/09