La romería del Gavellar


La pluviometría reinante en esta primavera ha estado a punto de dar al traste con un acontecimiento mariano y ubetense: la romería de la Virgen de Guadalupe, que tiene lugar desde su Santuario, en el arroyo del Gavellar, hasta la Ciudad de los Cerros.
La lluvia la ha dejado bastante ensombrecida. Tristemente deslucida, en honor a la verdad, si le añadimos el disparate de algo que ya empieza a ser costumbre y que viene repitiéndose desde hace tres años, como es la quema de una horrorosa traca que quebranta violentamente la paz del arroyo del Gavellar. Un enclave natural donde se refugian un importante número de especies de aves protegidas por la Ley, que vienen huyendo del veneno de los pesticidas que se vierte en la zona de olivar que le rodea. En el Gavellar han establecido su hábitat y en esta época del año se encuentran en pleno proceso de nidificación y cría. El “regalo” que le hace nuestra Real Archicofradía, con la quema de la tristemente famosa traca, no puede ser más demoledor para el normal desarrollo de la vida natural. Una operación que además se hace desoyendo los continuos llamamientos que hace la Iglesia en favor del Medio Ambiente, porque bien sabidos son los manifiestos que hizo en este sentido el recientemente declarado beato Juan Pablo II y los que hace el actual papa Benedicto XVI. Pero situándonos en un ambiente más próximo, es conveniente destacar el caso de la romería de la Virgen de la Cabeza en la que desde un mes antes de su celebración se ha pedido insistentemente a los romeros el debido respeto al Medio Ambiente. Una recomendación que ha venido indistintamente a través de la Cofradía, del Ayuntamiento de Andújar, de la Comunidad Trinitaria del Cabezo y de la consejería de Medio Ambiente. De igual forma y con la misma sensibilidad se manifiestan cada año en Tíscar y Cazorla, por citar algunos ejemplos más próximos a nosotros.
Respetar la Naturaleza no es otra cosa que respetar la Creación, la obra de Dios, con todas sus criaturas; la posición de la Iglesia en este sentido no deja lugar a dudas.
Quizá nuestra Real Archicofradía busque con esta traca engrandecer la fiesta, pero no todo es válido porque se puede obtener el efecto contrario. No se puede alabar a Dios y por otra parte estropear su Creación. No se puede poner una vela a Dios y otra al diablo.
De todas formas los amantes de la dinamita y de los truenos tienen una oportunidad de oro para lucir esta “bellísima y delicada manifestación cultural”, quemándola en el recibimiento que se le hace a nuestra Patrona en el Molino de Lázaro, para solaz y deleite del máximo número de asistentes.
En cualquier caso, sin entrar en consideraciones sobre la legalidad o no de dicho acto (que todo habría que andarlo) y de seguir con esta actitud en sucesivas romerías, no seré yo quien recomiende a nadie que participe en la romería de la Patrona de mi pueblo.

Manuel Almagro Chinchilla