Camino de Jerusalén


Artículo para la revista JERUSALÉM, de la Cofradía del Santo Borriquillo de Úbeda

                                  Camino de Jerusalén
Siempre me fascinó la procesión del “Santo Borriquillo”. Quiero seguir utilizando esta expresión humilde y coloquial, tan genuinamente ubedí, la misma que desde pequeño me  embargaba el ánimo de emoción con solo pronunciarla,  porque significaba el preámbulo, la puerta que abría la Semana de Pasión ubetense. Era, al fin, el inicio de la semana mayor por antonomasia tan largamente esperada, nada menos que ¡todo un  año! en aquella edad en la que trescientos sesenta y cinco días se hacían toda una eternidad.  

Cinco de la tarde del Domingo de Ramos, una explosión de alegría y vitalidad inundaba a los ubetenses, principalmente a la chiquillería, apretujados en el rellano de la Trinidad para ver salir la procesión del Santo Borriquillo. Se vestía para la ocasión alguna prenda de estreno para no caer en el maleficio que pronosticaba que el Domingo de Ramos el que no estrene ná se le caen las manos. En el ambiente reinaba una extraña mezcla, un smog, con olor a pólvora de traca recién quemada y el zumbido de las pelotas cariocas, mientras vendedores ambulantes voceaban a grito pelao las exquisiteces de los puritos americanos.
La expresión Santo Borriquillo, no cabe duda, que está en consonancia con el propio hecho de Jesús de haber elegido a un humilde burro para hacer la última etapa de su vida pública Camino de Jerusalén. Resulta bastante significativa tal elección, quizás para dejar patente su consideración a los valores que éste noble animal representa: abnegación, obediencia, trabajo, constancia… y sobre todo humildad. El Padre podía haberle enviado una legión de ángeles con cuadrigas y briosos corceles  y así haber hecho una entrada triunfal en Jerusalén con toque de trompetas y timbales; pero ese no era su mundo. Su mundo está en la fe de los hombres, en el corazón de los humildes y pecadores. Y haciendo mía la interpretación del evangelio de san Juan: “La fe en quien desde el principio ya era; y todo cuanto hay y habrá, principio y fin, está en Él; la Luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo”.
La Entrada de Jesús en Jerusalén, nuestro Santo Borriquillo, nos coloca al principio del camino de la Pasión. Pero Jesús nos coloca al principio del camino de la vida. Y aquí quiero referirme a la cita evangélica de Juan 14, 6-14: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Que yo interpreto como la materialización de Dios en el hombre:
El camino: es el trayecto por donde transcurren los días de nuestra existencia, es un espacio acotado adonde tiene lugar nuestra actividad diaria, sin la cual no se avanza ni se cubren etapas; es adonde se desarrolla el trabajo con todas sus vicisitudes.
La vida: realidad palpable, actividad, movimiento, trabajo; nacemos, crecemos y morimos.

En cuanto a la verdad, quiero referirme a otra interesante cita  evangélica (Juan 18, 38): ¿Qué es la verdad? -Preguntó Pilato al galileo- Pregunta que fue respondida con un profundo silencio.

Ciertamente es complicado hablar sobre la verdad y nos podríamos eternizar filosofando sobre ella: verdad absoluta…verdad relativa…  Cada cual tiene “su verdad” y la defiende en función de sus intereses, nobles o espurios. A veces pudiera pensarse que la verdad es cuestión de mayorías, como cuando se somete a votación la elección de cualquier cargo, individual o colectivo ¿Realmente se elije al mejor?  El caso, incluso, puede llevarnos a una situación cómica; para ello basta que la mayoría de las personas con las que nos vamos encontrando a lo largo del día se pongan de acuerdo para decirnos que tenemos la cara amarilla, seguro que terminamos ante el espejo viéndonos rasgos amarillos. Lo malo es cuando nos encontramos ante la situación de alguien que quiere imponer la verdad, “su verdad”, a la fuerza, son los intolerantes fanáticos que hay en todas las culturas.

Jesús ante Pilato responde con un insondable silencio a la pregunta sobre la verdad. ¿Intencionadamente? Quizá sí. Tuvo la oportunidad de haber definido la verdad y de habernos ahorrado muchos quebraderos de cabeza. O quizá no quiso repetir la definición que ya había dado con anterioridad (Juan 14, 6-14): Yo soy el camino, la verdad y la vida. Que yo interpreto como “Dios la única verdad”.

Quedaría un poco vacío este escrito si no me refiriera al autor de las esculturas de la cofradía del Santo Borriquillo: Francisco Palma Burgos, eterno enamorado de Úbeda y que despreciando las glorias obtenidas en otros lugares, incluso las de su Málaga natal, prefirió elegir a Úbeda para eterno descanso de sus restos.  Valga para él este humilde recuerdo como homenaje:

FRANCISCO PALMA BURGOS, ESCULTOR UBETENSE NACIDO EN MÁLAGA

Manuel Almagro Chinchilla








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